Con sede en Monterrey, México, el nuestro es el Club independiente de excursionismo en activo más antiguo en el Noreste del País. Sean bienvenidos a conocer algo de nuestra larga historia. Por Eduardo Verduzco El Club Explorador Cóndor fue fundado el 10 de Mayo de 1940 a iniciativa de Rogelio Rodríguez. Él empezó a reunir el grupo, e hizo el primer reglamento de excursiones. La fundación tuvo lugar en la casa paterna de la familia Rodríguez, en la calle Yucatán, entre 5 de Febrero y 2 de Abril, en la Colonia Independencia. Se estableció una disciplina de corte paramilitar, y se instituyó el cargo de "Capitán", quien tiene la total autoridad y responsabilidad de la seguridad del grupo durante una excursión. Corrían los tiempos de la Segunda Guerra europea, que pronto se convertiría en mundial, y Rogelio tenía la noción de que en alguna forma el nuevo club tendría ocasión de prestar servicios útiles a la Patria. Las ideas que Rogelio, que conta...
Por Eduardo Verduzco
Semblanza
Se me ha pedido que haga una semblanza de Antonio Castillo Ortiz, con la intención de que los Socios de ingreso reciente conozcan cuál ha sido su contribución al Club, y por qué se le tiene en gran aprecio.
Tratando de hacerlo me encuentro con que en algunos casos resulta sencillo definir cuál ha sido la aportación de una determinada persona a una organización o sociedad, mientras que en otros, el hacerlo se vuelve muy complicado. Pongo por ejemplo que alguien nos preguntara: "¿Qué hizo Jesús Montenegro por el Club?" Nosotros contestaríamos: "¡Qué no hizo!", pero el que preguntara se quedaría en las mismas.
Pues Toño Castillo (mi Santo Compadre) se encuentra en un caso semejante. Por consiguiente no voy a hacer una semblanza en la forma acostumbrada. En vez de eso voy a relatar algunas de mis experiencias personales para que vean a Toño como yo lo he visto, y de esta manera vayan dándose una idea somera de su personalidad y su carácter.
No les voy a decir en qué año nació Toño: en primer lugar porque no lo sé, y en segundo porque no lo considero relevante para el propósito que se persigue. Sin embargo, sí les diré que celebra su cumpleaños el 2 de septiembre, para que lo feliciten en ese día.
Yo tenía 18 años cuando llegué al Club. Era un jueves 27 de octubre de 1960, y el Club se preparaba para efectuar y celebrar con gran relevancia, dos días después, su Excursión N" 800. De inmediato me invitaron a su excursión y yo acepté. Ya que asistirían muchos socios, se formaron tres patrullas: la primera saldría el sábado en la tarde capitaneada por Toño. En esa patrulla me inscribí yo.
Bajamos del camión en "El Uro" y caminamos hacia un lugar llamado "El Bosquecito", al pie de la cordillera del Cerro de la Silla, donde había un manantial. Toño buscó y encontró una vereda que sube a la cordillera. Llegamos a un puerto (no recuerdo si se llama "del Hueso" o "de las Vacas", y Toño nos dijo que debíamos llegar a un segundo puerto más adelante, antes de empezar a bajar por el lado opuesto.
Como yo no conocía el lugar ni a mis compañeros, observaba todo: pronto me di cuenta que Toño, tal vez diez años mayor que yo, era todo un líder. Controlaba al grupo sin alzar la voz ni parecer autoritario. Era amistoso y jovial.
Conocía las veredas y tenía una noción global del territorio. Tenía además excelente sentido de orientación. Todos le respetaban y estimaban.
Al llegar al "Agua de Monillas" nos indicó que bebiéramos agua, pero no permaneciéramos más de lo indispensable en ese lugar, porque había garrapatas y pinolillos. Proseguimos nuestro andar y ya de noche llegamos al "Agua del Naranjo", que era nuestra meta, y que a partir de entonces nosotros llamamos "Paraje 800", en recuerdo de esa excursión. Acampamos.
De inmediato Toño organizó el campamento: unos a limpiar el lugar, otros, a traer leña, otros a traer agua, otro a encender la fogata y todos: "saquen sus tacos y lo que hayan traído para cenar"¬Todos le obedecíamos de buena gana. También tenía buen sentido del humor: cuando puso sus tacos a calentar dijo: "espero que mi mujer haya estado de buenas cuando los hizo, porque cuando está enojada los hace muy picosos". Esto nos puso nerviosos. Para alivio de todos, resultó que mi comadre Socorro los había hecho con excelente estado de ánimo.
Al amanecer del domingo yo me levanté muy temprano y fui a explorar el arroyo. Al encontrar un charco en que el agua me llegaba a la altura del estómago, no pude resistir y me di un estupendo baño de agua fría. Al regresar al campamento, Tilín le dijo a Toño, quien ya preparaba el almuerzo: "Fíjese, Toño, él se bañó", a lo que Toño contestó: "Qué feas costumbres", y todos soltamos la carcajada.
El año siguiente hicimos una excursión mitad campamento y mitad práctica de escalamiento. Estábamos al pie de una roca como de unos 7 metros de altura. Chuy Cedillo la trepó como mosca y lanzó una cuerda para dar seguridad al que subiera. Los compañeros subieron sin problema, agarrándose no sé de dónde. Finalmente me dijeron: "sigues tú ", yo contesté que yo nunca había escalado. Me dijeron: "no es tan difícil como parece". Yo contesté: "preferiria pasar por esta vez". En eso Toño me dijo con voz calmada: "todos deben por lo menos hacer el intento". Como "donde manda capitán no gobierna marinero", no tuve más remedio que acercarme a la roca y no tengo idea cómo, pero también subí donde yo estaba seguro que no podía y ni siquiera quería subir.
Allí me empecé a enterar que Toño era entusiasta escalador y promotor de la escalada en el Club, ¡y lo más asombroso era que nadie le había enseñado, sino que lo aprendió leyendo libros de escalada y practicando por su cuenta!
Ese mismo año, Toño organizó una excursión al Izta y al Popo. Siempre era él quien promovía las "volcaneadas" . Yo me sentía muy verde para intentar ir, pero mis compañeros me animaron, especialmente Chuy Montenegro y Toño. Luego vino la parte difícil: conseguir permiso de mis padres, pero al fin lo obtuve.
En el Izta nos agarró un huracán en el albergue Esperanza, que duró toda la noche. Al amanecer, Montenegro consultó a Toño: "¿Cómo ve el ascenso, Toño?" Toño contestó calmado: "la nieve está demasiado brillante, lo cual indica que se cristalizó durante la noche. No podemos continuar". Nadie puso en duda lo acertado de su juicio. En ese momento se decidió que por seguridad debíamos renunciar al intento de subir el Izta ese día.
Bajamos a Tlamacaz, al albergue antiguo. Al día siguiente emprendimos el ascenso al Popo. Montenegro iba de guía y Toño de retaguardia. Después de algunas horas de ascenso, me sentía exhausto y con los pies bastante entumecidos de frío, iy todavía no pisábamos nieve!. Recordé los relatos de pies congelados en la alta montaña. Yo me había rezagado del grupo, y al tratar de alcanzarlos, me fatigaba aún más. Llegó un momento en que tuve que reconocer que no podía continuar, y le dije a Toño, quien fungía como Retaguardia: "Estoy muy cansado. Ya no puedo más".
Toño me dijo: "necesitas caminar más lento". Yo le platiqué del intenso frío en mis pies. Él me dijo: "Siéntate y descálzate un pie". Yo le dije: "Pero se me va a enfriar más" Él insistió. Yo me descalcé un pie, y Toño, quitándose los guantes, me dio masaje con sus manos en la planta del pie. Después se desabrochó la chaqueta y la camisa, y puso mi pie en su estómago, que estaba muy calientito. Pronto mi pie entró en calor. Luego siguió el otro.
Después levantó mi mochila y me dijo: "está pesadísima, ¿qué tanto traes?" y se puso a sacar lámpara, pilas, y casi todo lo demás; sólo dejó los crampones, algo de comida y agua, y la cámara. ¡Verdaderamente me quitó un gran peso de encima! Yo me asombraba al ver la facilidad con que Toño solucionaba los problemas. Con el tiempo llegué a comprobar que no había problema que Toño no pudiera solucionar.
Después me dijo. "vamos a continuar para no enfriamos, pero con paso más lento”. Yo le dije: "el grupo va muy adelante y no los puedo alcanzar”, pero él me tranquilizó: "No te preocupes por alcanzarlos, nosotros subiremos a nuestro paso", y así fue como pude llegar al cráter. Cuando llegamos le dije: "Muchas, gracias, Toño. De no ser por ti no hubiera podido subir". Él se rió y me felicitó con un abrazo.
Cuando Toño no estaba planeando volcaneadas, se dedicaba a inventar excursiones nuevas o poco usuales. Fue así como se le ocurrió subir al Potosí desde mero abajo, del llamado "Pie de la Cuesta". Nosotros lo seguíamos a donde él dijera. Pero aquella ruta resultó más larga de lo que habíamos previsto. Subimos todo el día, con bastante carga, y en la tarde apenas íbamos poco arriba de la mitad.
Para colmo empezó a hacer frío y a llover. Nos empapamos nosotros y el monte. A las cinco de la tarde, bastante fatigados, mojados y con frío, tuvimos que reconocer que no podríamos llegar a acampar a la cumbre, como habíamos planeado. Nos encontrábamos como a 3000 metros de altura.
La ladera era muy empinada para acampar, y no había bosque que nos atajara el viento (tampoco traíamos carpas, que en esa época eran de lona y muy pesadas), la situación lucía crítica, y parecía que no podríamos acampar aquella noche, pero de alguna manera Toño buscó y encontró un pequeño claro semi-horizontal donde había un tronco de pino medio podrido. A pesar de la humedad consiguió encender una fogata con leña húmeda (la raza decía que más que fogata era una "humogata") y después de mucho soplar pudimos tener la fogata.
Toño sacó su microestufa y preparamos de cenar, para luego acostarnos. Había dejado de llover. No sé cómo cupimos todos acostados en aquel lugar. Una vez más, Toño nos había librado de una situación más que incómoda. El día siguiente amaneció espléndido, ¡y la excursión nos gustó tanto que la repetimos dos meses después!.
Por aquella época se inauguró el ferrocarril Chihuahua al Pacífico, que atraviesa la Sierra Madre Occidental, y se publicó que el ferrocarril pasaba cerca del Cañón del Cobre, que era más grande y profundo que el Gran Cañón del Colorado. Toño empezó a buscar la oportunidad de conocerlo. Un día me llamó por teléfono y me dijo: "Estoy en Chihuahua haciendo un trabajo, pero me faltan algunas piezas que mandé pedir y se van a tardar varios días en surtírmelas. Acompáñame a explorar el Cañón del Cobre".
Como yo estaba en "vacaciones grandes", tomé mi mochila y ese mismo día salí para Chihuahua. De allí tomamos el ferrocarril y nos bajamos en una estación en medio de la sierra llamada “San Rafael”. El objetivo era bajar hasta el fondo del cañón y llegar al Río Urique. Nos tomó casi todo el día bajar hasta el río, a donde llegamos como a las 17:30 hrs, y todo el segundo día y parte del tercero para subir, pero cumplimos el objetivo. Yo me sentía muy honrado de que Toño me hubiera invitado a mí para acompañarlo en esta exploración.
Toño es un magnífico fotógrafo, y tiene la habilidad de fotografiar paisajes realmente extraordinarios donde nosotros vemos sólo lugares normales. En varias ocasiones ganó concursos de fotografía organizados por la AENL. Yo le aprendí algunas de sus técnicas de composición fotográfica.
Dije antes que Toño puede solucionar cualquier problema. En una excursión íbamos en carro por una brecha muy apartada, y una piedra perforó el tanque de gasolina. Yo no veía forma de solucionar aquello, pero Toño tranquilamente pidió un jabón, lo frotó contra la perforación y así selló la fuga. En otra ocasión en que no traía jabón, selló otra perforación del tanque de gasolina ¡atornillándole una pija! A nadie más se le hubiera ocurrido eso. Y cuando al regresar de una volcaneada se rompió la banda del abanico en un lugar muy apartado, improvisó una banda con un pedazo de mecate de ixtle, y así pudieron llegar al poblado siguiente.
En los años 60 eran frecuentes las ascensiones al Pico Sur del Cerro de la Silla, y en los aniversarios del Club, acudían entre 15 y 20 clubes a acompañamos. Como había escasez de "alojamiento", un día Toño se propuso construir una pequeña explanada abajo del Resbaladero. Nos pusimos a quitar tierra y piedras, pero encontramos una roca de gran tamaño que no podíamos mover. Toño no se inmutó: se puso a rociar con agua la roca, sobre todo donde había indicios de pequeñas fracturas. Luego prendió fuego junto a la roca, y cuando ésta se calentó, el agua en las fracturas se transformó en vapor y la roca ¡se empezó a resquebrajar sola por efecto del vapor!.
Recuerdo también que Toño estaba con nosotros en la ocasión que estando acampados en el Arroyo de Lagunillas, se nos ocurrió explorarlo aguas arriba de "La Noria", resultando en el descubrimiento del Resumidero, ahora muy popular y llamado Medio Matacanes, pero que en aquel tiempo nadie lo conocía.
Aparte de su liderazgo indiscutible como excursionista, Toño también ha sido líder en eventos sociales. Con frecuencia nos invitaba a todos a su casa a las cenas familiares que organizaba con mi comadre Socorro para Navidad y fin de año.
Fue Toño quien nos enseñó a comer ostiones ahumados y angulas. Al principio algunos les hicieron el feo, pero después no había manera de detenerlos.
Entre las aportaciones relevantes de Toño al Club Cóndor debo mencionar a sus hijos Leti, Alberto, Elena, Carlos, Yolanda Maldonado y Alberto Castillo Maldonado.
Y así podríamos pasar horas hablando de experiencias vividas en compañía de Toño. ¿Qué es lo que más apreciamos de Toño? Su extraordinaria amistad, indiscutiblemente.
Al principio de mi plática dije que en el caso de algunas personas sí resulta fácil definir su aportación a una organización determinada. Quiero ahora mencionar uno de esos casos. Hubo un socio en el Cóndor a quien casi nadie conoció.
Estuvo muy poco tiempo en el Club, nadie sabe cuándo llegó, qué excursiones hizo ni cuándo dejó de asistir. Yo nunca lo vi, y si me lo encontrara alguna vez no podría reconocerlo porque nunca vi una foto suya. Sin embargo, ese socio hizo una sola cosa, que le valió ingresar al Salón de la Fama del Club Cóndor.
¿Quién fue y qué fue lo que hizo? Su nombre es muy poco conocido: Pepe Espinosa. ¿Qué fue lo que hizo? Fue él quien invitó a Antonio Castillo al Club.
Mayo de 1995
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