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El Cóndor ayer

Con sede en Monterrey, México, el nuestro es el Club independiente de excursionismo en activo más antiguo en el Noreste del País. Sean bienvenidos a conocer algo de nuestra larga historia. Por Eduardo Verduzco El Club Explorador Cóndor fue fundado el 10 de Mayo de 1940 a iniciativa de Rogelio Rodríguez. Él empezó a reunir el grupo, e hizo el primer reglamento de excursiones. La fundación tuvo lugar en la casa paterna de la familia Rodríguez, en la calle Yucatán, entre 5 de Febrero y 2 de Abril, en la Colonia Independencia. Se estableció una disciplina de corte paramilitar, y se instituyó el cargo de "Capitán", quien tiene la total autoridad y responsabilidad de la seguridad del grupo durante una excursión. Corrían los tiempos de la Segunda Guerra europea, que pronto se convertiría en mundial, y Rogelio tenía la noción de que en alguna forma el nuevo club tendría ocasión de prestar servicios útiles a la Patria. Las ideas que Rogelio, que conta...

Exploración Cañón del Diente


Exc. 2010/58 - 3a Fuerza - 29 de Agosto de 2010

Domingo 29 de Agosto de 2010, nos reunimos a las 6:30 AM en el estacionamiento del VIPS de Lázaro Cárdenas y Garza Sada;  se tenía un permiso limitado a 10 personas y solo asistimos cinco: Jorge Belden, Roberto Muñoz, Emmanuel Hernández Troncoso, Héctor Tobías y yo, Alfonso López. Esperamos hasta las 6:45 a que se presentaran quienes habían confirmado su asistencia, y salimos en un solo vehículo hacia el Rancho San Pedro.

Con el permiso de los propietarios y la llave del candado llegamos a las 7:05 al portón.  Al entrar nos topamos con que el camino estaba roto por un arroyo como a 100 metros de la entrada, sin posibilidades de que pasara el vehículo, bajamos de él y después de las consabidas fotografías del grupo empezamos a andar, eran las 7:20 AM. Cruzamos el arroyo que no lleva agua y al lado vimos la huerta contigua al portón que de cómo la recuerdo está destruida en un 50 o 60% aproximadamente.

Un poco después de la huerta, nos encontramos por primera vez el río, fue una vista impresionante, aquel río angosto, encauzado ya no estaba, se vio una extensión importante de piedras, y el agua corriendo en un cauce distinto al anterior.

Llegamos a las antiguas instalaciones donde se recibía el material de explotación y el lago que se encontraba enfrente desapareció por completo, ahí nos recibieron los guardias de la propiedad quienes nos saludaron amablemente, nos contaron brevemente los momentos que habían pasado y continuamos nuestro camino.

Habíamos venido caminando, tomando fotografías por lo que el avance había sido lento; Héctor Tobías tenía planes de continuar hasta salir a La Huasteca subiendo a Las Huertas y al puerto Ballesteros y nos dijo que él y Emmanuel se adelantarían; ellos aceleraron el paso y Jorge, Roberto y yo seguimos al mismo ritmo que traíamos. Al poquito rato llegamos al área de las casas y la capilla, observamos que el agua había pasado por debajo de la capilla y hasta la orilla de las casas y dejó a la capilla entera en pie sólo con el altar caído me imagino que por los golpes recibidos por piedras y troncos durante el embate de la corriente.

Por las marcas en las laderas se nota que el cauce fue muy ancho, el declive es muy importante y la corriente debe haber alcanzado mucha velocidad y fuerza, el vigilante que vivía frente a la capilla nos contó que tuvo que salir en la noche corriendo hacia el monte arriba, que anduvo medio desorientado un rato y solo cuando encontró la vía que desciende del socavón de arriba supo realmente donde se encontraba.

El guardia nos dijo que había un tronco para atravesar el río que el Todopoderoso había puesto casi frente a las casas y la capilla. Cruzamos por ese tronco y seguimos río arriba, la corriente en algunos sitios tiene pequeñas caídas y pozas de agua cristalina muy bonitas.

Llegamos al área de la mina y nos encontramos con que las edificaciones de concreto que estaban ahí desaparecieron, solo algunos rastros como varillas retorcidas, y fierros viejos dispersos; del puente para pasar a la mina ni rastro quedó, la casa de más arriba desapareció, la reja del socavón, abierta y retorcida, supongo que la góndola que estaba sobre el riel habrá desaparecido también, es una pena pues era pieza de museo.

Después de tomar algunas fotos seguimos hacia el cañón, ya mencioné que el edificio que estaba arriba en el límite de propiedad desapareció, así que sólo seguimos el cauce hacia atrás; la vereda que sube al reliz del farallón para salvar un gran obstáculo que se encuentra río arriba estaba muy enyerbada y llena de hojarasca pero se alcanzó a distinguir gracias a que sabía de su existencia y la andaba buscando, ya más arriba estaba más clara y hay marcas viejas creo que de Paco Estrada, Héctor dejó marcas nuevas.

Casi al salir de la vereda y todavía en altura se vió un tapón de piedras y a Emmanuel en la parte superior y escuchamos el silbato de Héctor me imagino que avisando que llegaron a La Piedra Atorada. Regresaron ellos un poco y nos dijeron que el camino estaba tapado, yo insistí en saltar como ellos el primer tapón para tomar fotos y ver el estado de La Piedra, me quité la mochila y solo con el GPS y la cámara subí por un pequeño hueco el primer tapón como a 50 metros de la barrera definitiva.

Efectivamente, el hueco inferior de la piedra está lleno como imaginé que podía ser, yo recuerdo que en la parte de atrás el talud comenzaba muy cerca era muy alto y con una pendiente mayor de los 40 grados, además en un recodo del río y debajo de una cañada, el tapón debe ser muy grande, quizá esté lleno de piedra hasta el borde superior de la roca, el agua está cayendo de allá, no pasa ni una gota por abajo.

Tomé varias fotografías y un video; en un par de fotos le pedí a Héctor que se pusiera de pie con el objeto de tener una escala de modo de tener una mejor idea de la altura del obstáculo y así quizá idear algún plan para salvarlo. Hecho lo anterior, regresamos a la parte baja del primer tapón donde estaban Jorge Belden y Roberto Muñoz, descansamos un rato, comimos algo y la emprendimos de regreso. Pusimos algunas marcas más dentro de la vereda del reliz y una mojonera en el inicio.

Saliendo de la vereda hay una cañada hacia el otro lado del peñón y propuse dar una entrada ya que era aún muy temprano las 10:30 AM, Roberto dijo que él nos esperaba ahí, y los demás fuimos hacia allá; no tuvimos que caminar más de 50 metros y está una poza más o menos profunda a todo lo ancho del cañón, tras pensarlo un poco Emmanuel se animó, se quitó las botas, se arremangó los pantalones y decidió cruzar; cuando llegó al otro lado nos dijo que allá había una cascada y otra poza y entonces yo dije, allá voy y tras quitarme los pantalones y las botas y ponerme zapatos tenis que llevaba, me metí al agua que está heladísima, al llegar al otro lado la vista era muy bonita, un chorro de agua como de 6 metros cayendo en una poza honda y cristalina, tomé fotos, pasaron entonces Héctor y Jorge; el primero en echarse a nadar al agua fue Héctor, se tiró de arriba de una roca varias veces y luego seguí yo, después Emmanuel, Jorge no quiso; pasamos un rato muy agradable y divertido.

No recuerdo a que hora nos salimos de allí, nos secamos como pudimos, nos vestimos y a caminar de regreso. Tomamos más fotos de la zona de la mina y caminamos hasta la capilla, en ese paraje nos encontramos a tres personas con dos perros. Pasamos por la zona del antiguo lago y nos despedimos de los cuidadores y les dimos las gracias.

Considero que la excursión fue un éxito pues ya sabemos en qué estado se encuentra la vereda, podemos comunicarles a los demás clubes que intentar hacerlo de La Huasteca al Diente puede resultar muy problemático pues quizá tuvieran que regresar, aunque si logran llegar a la Piedra Atorada hoy Tapada, pueden bajar a Rapel calculando que son como 10 o 12 metros.

Redactó: Alfonso López Castro

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Tuve la fortuna de haber asistido al cañón del Diente por primera vez y en excursión oficial el 13 de septiembre del año pasado (RESEÑA) con Eduardo Verduzco y Alfonso López Castro como guía y la impresión que recibí en aquel entonces fue no menos que fantástica. Era el segundo cañón que tenía el privilegio de recorrer y quedé maravillado por los paisajes, por las formas caprichosas de las rocas, por la altura de las paredes y sobre todo, porque para mí era difícil imaginar el mundo subterráneo que había desarrollado el hombre en el interior de aquellas montañas con la construcción de las minas. Lo mejor aun era ver conforme avanzábamos, cómo nos adentrábamos en aquellos recovecos entre las montañas, pareciendo que éramos los primeros en pisar aquel lugar desde hace mucho tiempo. Había tantas cosas que ver, tanta vegetación, tantos árboles y tanta maleza que en algunas ocasiones era difícil el avance. También comenzó a tornarse algo peligroso porque se advertían en las paredes, grietas con colores más claros, lo que indicaba según los guías, deslaves. La intención de aquella excursión era llegar a un lugar denominado “Las Huertas” (el cual hasta la fecha me sigo imaginando), y todo era muy bonito pero la impresión mayor la recibí cuando arribamos a la famosa “Piedra Atorada”.

A casi un año de aquella excursión recuerdo que en aquel entonces reflexioné mucho en ese lugar. Seguramente y de forma colectiva todos nos limitamos a decir tímida y mesuradamente que estaba “bonita” y ya, pero siento que cada uno de nosotros se dio su momento de sentarse frente a aquel coloso para apreciarlo y ver cómo desafiaba las leyes de la física. Se escucharon varias teorías acerca de cómo llegó a parar la piedra precisamente ahí, unos decían que simplemente había sido colocada con índice y pulgar por el capricho del Creador, otros que había rodado pendiente abajo, algunos decían que había caído desde lo más alto del cañón, también que era parte misma del cañón y se había ido esculpiendo por el agua y viento, pero alguien por ahí increíblemente expresó que en la prehistoria una hormiga gigante la cargó y al pasar por ahí sin querer se le atoró y más hormigas acudieron a moverla, pero como ya no pudieron, pues la dejaron ahí, atorada (!!!???!!!).

Después de todas estas citas, Alex Almaguer nos dio la teoría más verosímil,  aproximada, indiscutible e irrefutable respecto al misterioso origen. Abriendo los ojos, fijando la mirada y a punto de expresar un dogma de fe, pronunció con elocuente fuerza: “¡extraterrestres!”. Sinceramente yo desde el primer momento que la vi, ¡no tuve duda alguna! Era una trampa que el coyote le había puesto al correcaminos.

Lo cierto es que en ese lugar, al ver semejante escultura de obra natural, podíamos sentir muchas cosas únicas, como el vértigo de estar situados debajo de miles de toneladas y sentirnos lo suficientemente pequeños e insignificantes en comparación con la naturaleza, o el privilegio de estar ante un testigo silencioso del paso de toda una eternidad. Hacernos la inevitable pregunta de cómo,  porqué y sobre todo, desde cuándo estaba la piedra en esa posición (y también quién la había descubierto) era lo primero que humanamente nos venía a la cabeza. Pero, lo increíble es que había una pregunta que todos suponíamos obvia: ¿Hasta cuándo estaría ahí? Un “Hasta siempre”, o por lo menos un “nuestros ojos no verán ese final” seguramente nos contestamos todos.

A casi un año de esto, tuvimos nuevamente la oportunidad de regresar al Cañón del Diente gracias una vez más a Alfonso López para ver qué había quedado de aquel lugar, dados los eventos meteorológicos y reportes de destrucción y derrumbes por parte de los lugareños. Sencillamente, todo desapareció.

Pasando la puerta de la propiedad, bajamos, nos alistamos, tomamos algunas fotos y cuando nos subimos nuevamente a la camioneta para continuar, apenas Alfonso pisaba el acelerador y ya teníamos un derrumbe como primer obstáculo a enfrentar y el cual requería que la camioneta contara con su propio puente para caminos destruidos. Desafortunadamente Poncho no contaba con el mencionado puente a bordo de la camioneta, y escatimando todos en ingenio, nos vimos forzados a continuar a pie. Sorprendidos de esa “bienvenida”, pensamos que eso sería todo, pero unos cuantos metros más adelante el camino de terracería se interrumpiría por completo, dando lugar a los vestigios del cauce de un río que había corrido por ahí con toda su furia. Piedras y más piedras, pequeñas y grandes, árboles enteros, todo ello arrastrado por la corriente. No quedaba rastro alguno del lugar que un año antes habíamos visitado. El Lago del rancho había desaparecido, sólo quedaba parte del lecho y a su lado, una profunda zanja tan profunda como la fuerza de la naturaleza que arrasó con cuanto pudo a su paso. Más arriba en donde estaba la reja del Socavón, recordamos que había una casa, con un prado verde y un puente para llegar a la reja. Nada de esto existía ya, solamente piedras, y varillas retorcidas algunas enclavadas en las piedras, que daban testimonio de que alguna vez existió “algo” ahí, pero nada más. Verdaderamente no hay palabras para describir con exactitud lo que en ese lugar ocurrió, únicamente con fotos comparativas de un “antes” y un “después” es posible cuantificar el desastre ahí ocurrido.

Continuamos el recorrido por el cañón, por el cual aun corría bastante agua, y se formaban grandes pozas y cascadas que para entonces ya comenzaban a seducirnos con su cristalino fluente. Tobías y yo nos habíamos adelantado del grupo puesto que teníamos la “misión” de cruzar todo el cañón hasta la Huasteca, pero dado el panorama irreconocible, fuimos a parar a un paredón imposible de cruzar. Meditamos para vencer la frustración de no poder continuar y después de un momento, Tobías recordó la vereda que existía para librar aquella pared y no tardó en encontrarla. La excursión había recobrado vida, estábamos aún en tiempo y en condiciones de hacer la travesía. Continuamos por el camino y nos topamos con un bloqueo fuera de lo común, una “segunda” piedra atorada de dimensiones considerables pero una quinta parte del tamaño de la original. Nos acercamos a ella y observamos que podía pasarse por algunos huecos que quedaron ahí. Peligrosamente en ese paso quedó trabado un tronco que detenía unas rocas y gracias a él se podía pasar por ese punto, pero apenas el tronco diera de sí, una avalancha de rocas caería sobre el incauto que permaneciera ahí debajo admirando tal “extrañeza”. Libramos ese mortal obstáculo y comenzamos a sospechar que algo andaría mal un poco más adelante, dado el cambio tan radical en el panorama, es decir, sospechamos que algo le habría ocurrido a la Piedra Atorada. Todo lo imaginamos, que ya no estaría ahí, que tendríamos que pasar nadando y sumergiéndonos por debajo de ella; todo, menos que… hubiera sido precisamente ahí el final del camino.

Llegamos por fin a ese tan mencionado lugar. Alguien que nunca vio la escena original, no sospechará jamás el encanto de ese lugar, ni siquiera escuchándolo de viva voz de alguien que cruzó por debajo de ella, a menos que lo vea en fotos, y aun así, será difícil imaginar el escenario original. Simplemente recorrerá el cañón y topará con una pared de rocas que le impedirá continuar, y tal vez también vea una cascada cayendo de dicha pared, pero nada más. Eso es lo único que verá, una pared de enormes piedras amontonadas. Tal vez más exploradores acudan al sitio y solo se topen con un callejón sin salida, con una pared que les impida continuar. Seguramente lo único que pensarán será cómo abrirse paso con anclajes o cuerdas, pero pasarán de largo sin sentir el encanto de aquel tan peculiar lugar que por desgracia, hoy sólo se conserva en fotos, en relatos, en el recuerdo, en la memoria de los que tuvimos la enorme fortuna y gracia de Dios de haber estado ahí con anterioridad. La naturaleza nos da, y ahora nos lo quita. La Piedra Atorada seguramente había estado así durante miles y miles de años y lo más probable es que así continuaría otros miles de años más. Pero ya no más. No más “Piedra Atorada”.

Algo consternados, emprendimos el regreso y observamos el reloj que aun marcaba mucho tiempo antes de medio día, por lo que Poncho y cía. decidieron desviarse un poco por otro cañón y prolongar un poco más el recorrido. Cuando llegamos hasta “donde se podía pasar”, nos topamos con una poza no muy profunda que yo personalmente no pude resistir cruzar. Después de pensarlo algunos minutos me despojé de mis botas, me subí el pantalón y la crucé, pues al fondo daba la apariencia de que habría algo que valía mucho la pena ver. El agua estaba más o menos fría, pero nada que hiciera menoscabo en el disfrute de aquella experiencia. Efectivamente, una piscina profunda con agua cristalina, cascada propia y chapoteadero para los principiantes nos esperaba para ser descubierta y disfrutada a plenitud. Regresé y le hice al resto del grupo una señal de que bien valía mojarse los pies para cruzar la poza pequeña y –por lo menos– ver semejante escenario natural.

No batallé en convencer a todos salvo a Roberto Muñoz quien decidió no cruzar. Tobías fue el segundo en “mojarse los pies” y al ver la poza prácticamente nos exhortó a todos a disfrutar de tan paradisiaco lugar. Poncho lo secundó al verlo echarse un “artístico” clavado y yo después de meditarlo me aventé y nadé como nunca! Jorge por alguna razón no quiso aventarse al agua, pero no por ello se divirtió menos que nosotros, que no cabíamos de alegría por aquel “día de pinta” que todos estábamos gozando al máximo. Tobías contaba con una cámara sumergible por lo que fue posible fotografiar aquel rincón, el cual no perdemos la esperanza de que se conserve tal y cual lo conocimos para tener la oportunidad de regresar en otra ocasión.

Ya no hubo más “Piedra Atorada”, pero en compensación hubo una poza cristalina, profunda, relajante, con todo y cascada, que lo único que faltó fue bautizarla. El regreso se presentó sin novedad y no eran las 2 de la tarde cuando la excursión se había dado por terminada. Queda pendiente hacer el recorrido completo del cañón, pero habiendo mencionado los cambios anteriores en la ruta, de momento solo se nos ocurre que sea factible en sentido contrario, desde la Huasteca hasta el Diente. Será difícil re-inventar aquél lugar que después del Huracán Alex se ha re-inventado ya por sí solo.

Redactó: Emmanuel G. Hernández Troncoso

UNIDOS Y ADELANTE

Asistentes:
Belden Torres, Jorge
Hernández Troncoso, Emmanuel G.
López Castro, Alfonso  (Guía)
Muñoz Cepeda, Roberto
Tobías González, Héctor



 PREÁMBULO                                                          

La zona del cañón del Diente es un sitio del que tengo muchos recuerdos desde mi ya lejana niñez, allí fui con mis papás, luego con los Lobatos, Los Scouts, con El Pentathlón, con compañeros del Club CEMEC etc. siempre maravillado con el paisaje, intrigado con las minas y su explotación y disfrutando de la paz y la tranquilidad de nuestras montañas; desde entonces el agua manaba de dentro de la mina y el cauce hacia arriba estaba seco; más arriba camino a Las Huertas estaba la legendaria Piedra Atorada, enorme peñasco clavado entre los dos riscos de la montaña que dejaba un hueco por debajo para pasar hacia atrás.                                             En años recientes con el club CONDOR he vuelto a esos parajes, recorrí con ellos la ruta: Huasteca, Cañón de Ballesteros, puerto del mismo nombre, las Huertas, el puerto de las Lagartijas, el Diente, y salir a la carretera Nacional- ..Ahora les contaré de nuestra visita a un mes del paso del Huracán Alex.      Alfonso López Castro

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Acababa yo de cumplir los 18 años cuando ingresé al Club Explorador Cóndor como Socio Aspirante. Aunque yo excursionaba antes de entrar al Cóndor, conocía muy pocos lugares para excursionar, y mi ingreso al Club fue como entrar a una biblioteca y encontrar multitud de libros a cual más interesante. Mi segunda excursión con el Cóndor fue durante el mes de noviembre de 1960, a las Grutas de Bustamante. Partimos en tren como a las 6 de la tarde de Monterrey, y llegamos a la estación de Bustamante a eso de las 8 de la noche. Desde allí caminamos hasta el pueblo, donde hicimos un descanso en la plaza y luego continuamos rumbo a las grutas. Mientras ascendíamos la sierra, de pronto el cielo adquirió un color rojo cereza. La raza preguntaba "¿qué es eso?" y alguien sugirió que era "la fundición" (cuando la Fundidora Monterrey estaba en operación, al vaciar la escoria candente durante las noches nubladas, las nubes se teñían de rojo), pero en este caso eso ...