Con sede en Monterrey, México, el nuestro es el Club independiente de excursionismo en activo más antiguo en el Noreste del País. Sean bienvenidos a conocer algo de nuestra larga historia. Por Eduardo Verduzco El Club Explorador Cóndor fue fundado el 10 de Mayo de 1940 a iniciativa de Rogelio Rodríguez. Él empezó a reunir el grupo, e hizo el primer reglamento de excursiones. La fundación tuvo lugar en la casa paterna de la familia Rodríguez, en la calle Yucatán, entre 5 de Febrero y 2 de Abril, en la Colonia Independencia. Se estableció una disciplina de corte paramilitar, y se instituyó el cargo de "Capitán", quien tiene la total autoridad y responsabilidad de la seguridad del grupo durante una excursión. Corrían los tiempos de la Segunda Guerra europea, que pronto se convertiría en mundial, y Rogelio tenía la noción de que en alguna forma el nuevo club tendría ocasión de prestar servicios útiles a la Patria. Las ideas que Rogelio, que conta...
Exc. 2011/22- 1a Fuerza - 29 de mayo de 2011
Finalmente logró concretarse esta excursión después de casi dos años de haberla mencionado por primera vez. La hora de reunión era el domingo a las 04:00am por lo que debía tener todo listo desde dos días antes. El sábado fue un día algo ajetreado puesto que yo salí de trabajar a las 11:30 PM, llegué a la casa pasada medianoche y a pesar de tener ya todo listo para salir a las 03:30am al punto de reunión, me fue difícil conciliar el sueño en las pocas horas disponibles para ello. Decidí entonces dejar todo listo en la puerta y dormirme ya vestido para salir sin contratiempos.
No recuerdo con exactitud el sueño en el que estaba sumergido cuando de pronto soy despertado abruptamente por mi padre quien me pregunta si todavía estoy interesado en ir, que todavía podemos llegar en 15 minutos al punto de reunión. Yo extrañado me levanto apurado y apenas veo el reloj, con horror veo que por desgracia es muy tarde, son las 04:15am y seguramente el grupo ya partió. Me lamenté haberme quedado dormido, fue un trago inmensamente amargo y realmente sentí una gran impotencia. Haber esperado este recorrido durante casi dos largos años, desde que Héctor Tobías ingresó a las filas del Club y mencionó este "descabellado" recorrido, yo fui uno de los primeros, si no es que el primero en apoyarlo y confirmarle mis deseos de realizar esta hazaña.
Ya teníamos una travesía de esta magnitud frustrada, El Diente - La Huasteca, que no pudimos completar por el cierre del paso debajo de la Piedra Atorada, debido al capricho de la naturaleza el año anterior (dado el paso del huracán Alex). Por la misma situación, los recorridos a los cañones acuáticos estaban suspendidos y fue una muy larga, larga espera estar en posibilidades de realizar este recorrido nuevamente. No terminaba de lamentarme y resignarme a vivir un domingo cualquiera más en la inevitable cárcel de mi existencia cotidiana cuando de repente suena el celular. Sin pensarlo dos veces contesto desesperadamente para ¡Rogar! ¡Rogar perdón! ¡Rogar por mi vida! Me contesta una voz extraña que no reconozco, luego me comunican a Héctor, me pregunta qué pasó, que si ya voy en camino, le imploro que estoy ahí en 20 minutos. Me da la oportunidad de esperarme, no termino de colgar la llamada cuando ya he salido volando.
Llego al punto de reunión y me sorprende ver que no está presente el equipo original, dos compañeros cancelaron abruptamente y Eusebio de última hora se une a la misión. Somos Tobías, Joaquín, Eusebio y yo los que llevaremos a cabo el recorrido. Sin perder un minuto más nos aproximamos a Las Adjuntas, sin contratiempo alguno nos preparamos para la larga aventura y el cielo comienza a clarear cuando damos por iniciada la caminata. Nos dirigimos rio abajo hasta llegar al "tobogán", lugar donde normalmente se da por concluido el recorrido de Hidrofobia (de arriba hacia abajo). Aquel era un lugar impresionante, y seguramente marcaba el inicio de nuestra gran aventura. Nos adentramos en el cañón y poco a poco fuimos encontrando lugares espectaculares, sin embargo, lo más espectacular fue ver a un Tobías ya muy bien recuperado, brincando entre las piedras como si su fractura hubiera sido solo una mala pesadilla. Ahí comprendí que el paso del grupo finalmente sí iba a ser rápido y sin descansos. Era mi primera vez en Hidrofobia, al principio pues es un río tranquilo y hay partes en donde los árboles proporcionan un techo muy reconfortante.
Unos días antes se había llevado a cabo una excursión a Hidrofobia, a la cual, desgraciadamente no pude asistir. Llegamos entonces a la cascada donde concluyó el avance de aquella comitiva y era una cascada algo complicada de atravesar, cualquier paso en falso y todo acabaría en una caída al agua en una mala posición. Logramos atravesar aquel "paso de la muerte" y ya arriba de la cascada tomamos nuestro primer descanso oficial y miramos hacia abajo. Era impresionante, la transparencia del agua nos permitía ver el fondo de la poza, el sol que apenas se asomaba entre las montañas nos regalaba unos reflejos y unos colores magníficos. Héctor nos indicó que ese fue el punto hasta el que llegaron en la excursión pasada debido al tiempo y al tamaño del grupo, pensé que hasta ese entonces me había puesto "al corriente" y proseguimos el recorrido. Unos cuantos pasos más adelante nos encontramos con un lugar que solo en sueños se podría imaginar. Era una laguna, muy grande, al fondo una pared por la que caían varios veneros de agua completamente pura, había que atravesarla a nado pero era sumamente grande, la selva y el agua se mezclaban ahí como nunca antes en el recorrido. Me lamenté como la excursión pasada no fue posible llegar unos cuantos metros más adelante y terminar el recorrido en ese punto lleno de tranquilidad. Hubiera sido un recuerdo para toda la vida, sobre todo para alentarlos a regresar y conocer todo el cañón completo. Aquel paraje era verdaderamente impresionante, haber atravesado aquella laguna fue como haber atravesado las mismísimas puertas del cielo. No entre nubes blancas como todo mundo se imagina, sino entre el agua, las paredes, la vegetación, todos esos diferentes tonos de verde, cruzar aquella laguna fue algo verdaderamente impresionante y único en la vida.
Apenas tocamos la pared del fondo comenzamos a beber desesperadamente de los veneros, todo cuando nos cupo en el cuerpo. Era increíble pero por más que tomaba agua de ahí no lograba sentir saciedad. Proseguimos el recorrido y no paraba de asombrarme en todo momento del hermoso paisaje. Poco antes de concluir el recorrido de subida, nos encontramos a un grupo guiado que venía en descenso con integrantes de aspecto novato y algo temeroso, imaginé las impresiones que estaban por tener algunos metros más abajo. Llegamos a un punto en donde salimos del cañón y Héctor colocó una señalización con el logotipo del Cóndor que marcaba la ruta de ascenso a Potrero Redondo. Subimos por la dura pendiente que remataba con todo el esfuerzo realizado hasta ese momento por haber nadado a contracorriente a lo largo de todo el cañón y, en lo alto de la montaña a través de los árboles se alcanzaba a apreciar la majestuosa cascada del Chipitín, la cual se veía muy, muy arriba, casi inalcanzable. Es difícil imaginar un lugar así, lleno de detalles, de lugares, de rincones y de majestuosas postales, pero es mucho más difícil describirlo con palabras. Por más que tomaba fotos con mi cámara (que por cierto improvisé para volverla acuática), solo era posible capturar una minúscula fracción de la belleza del panorama, solo un pequeñísimo porcentaje de lo que es posible apreciar con los propios ojos. Las proporciones, la inmensidad, los colores tan intensos, todo eso no lo captura la cámara, solamente estando ahí se puede apreciar la magnitud de la impresión que provoca aquel bello escenario.
Llegamos a Potrero Redondo prácticamente con la lengua de fuera. Hicimos varias paradas breves en el camino puesto que la pendiente era sumamente inclinada en algunas partes y éramos obligados a darnos un respiro. En ese trayecto el tema principal fue obviamente la cuestión de la edad y si el rendimiento físico disminuía con el paso de los años, unos dijimos que no, otros dijeron que si, pero la conclusión es que ya íbamos en gran parte desvariando y anhelábamos a toda costa llegar a Potrero a disfrutar de una merecida comida. Apenas arribando al pueblo dejamos caer el poco peso que traíamos encima y fuimos atendidos muy amablemente, donde unos taquitos de huevito con papa, atún, galletas y unos refrescos fríos nos repusieron la energía para terminar la segunda parte del recorrido. Descansamos plenamente, tomamos la foto oficial de grupo y al cabo de una hora nuevamente retomamos el sendero que aparentemente era corto pero al cabo de una hora de caminata tuvimos que hacer una "reagrupación", una parada de pretexto, en realidad un descanso obligado para tomar un respiro dada la larga distancia que ya habíamos recorrido y la que aun faltaba por recorrer. Seguimos caminando, el sendero estaba claramente marcado y por fin, ¡vimos agua! estábamos cerca de la primer cascada, ¡ahí fue donde sentí que la verdadera aventura comenzaba! Apenas unos cuantos pasos más y vimos la primera poza, impresionante, bajamos por ella y no cabía duda que lo que estaba por venir sería realmente impactante. Tal fue mi impresión al ver la primera cascada desde lo alto que pensé regresar a ese lugar cuantas veces me fuera posible durante toda la vida.
Del resto de aquel recorrido, pues no queda más que escribir pues sería muy redundante mencionar toda la serie de impresiones que íbamos teniendo cada metro que avanzábamos cañón abajo. La impresión mayor fue ver la primera cueva a lo lejos, ver como de repente el cañón se cerraba como un callejón sin salida y de pronto a lo lejos se abría aquella grieta gigante y oscura que parecía la mismísima puerta al infierno (sonaría menos drástico decir que era la puerta al centro de la tierra pero le restaría fuerza al impacto, al terror, a la impresión tan fuerte que me provocó ver aquel escenario de lejos. Honestamente se me terminan las palabras y las expresiones para describir cada centímetro de cada pared, de cada cascada, de cada poza, de los colores, de los remolinos, de la emoción de tener que saltar al agua, del cansancio, pero sobre todo, de la insaciedad del paisaje, del agua que bebíamos de los veneros, pero sobre todo, del sentimiento encontrado de no querer que aquella experiencia terminara nunca y a la vez, tener la ansiedad de ¡por el amor de Dios! ya no tener que nadar más y querer salir de aquel lugar inmediatamente.
Terminamos el recorrido en las Adjuntas, lugar donde comenzamos a caminar y fue curioso ver cómo partimos hacia un rumbo y regresamos por el otro lado. En general, ya tranquilos y descansando, entre los 4 meditamos lo vivido y concluimos que fue una travesía que resultó no ser tan descabellada. Eso sí, fue sumamente demandante y concluimos que tal recorrido exige mucha preparación, habilidad y resistencia. Hicimos un total de 12 horas aproximadamente y cuando llegamos a las Adjuntas, todavía teníamos ánimos de reírnos un poco de todos los temas que de repente tocamos durante la jornada. Regresamos a Monterrey sin contratiempo alguno, con mucha satisfacción en el corazón y muchas ganas de volver a realizar este recorrido.
Redactó: Emmanuel Gregoire Hernández Troncoso
UNIDOS Y ADELANTE
Asistentes:
Cisneros Reyes, Joaquín (Trepacerros)
Hernández Troncoso, Emmanuel
Olvera González, Eusebio Oswaldo
Tobías González, Héctor - Guía
JUVENTUDES DEL CÓNDOR ¡ADELANTE!
La gente joven del Cóndor siempre se ha distinguido por su tendencia a proponerse grandes retos y superarlos. Ejemplo de ello son las conquistas de este Club, el tendido del alambre entre el Pico Norte y el Pico Sur del Cerro de la Silla, que implicó subir al mencionado Pico Sur desde la Cuneta en 1945, las exploraciones a Potrero Redondo, La Cebolla, Lagunillas y la California, entre otras, en la década de los 60.
En esta ocasión Héctor Tobías propuso hacer una excursión que algunas personas calificaron de “imposible”: recorrer Hidrofobia a contracorriente y Matacanes en un solo día. A pesar de la dificultad que esto presentaba por el tremendo esfuerzo físico requerido, no faltaron quienes se entusiasmaron por este reto y decidieron afrontarlo.
Extraordinario redactor, Emmanuel Hernández Troncoso nos presenta aquí la emocionante reseña de esta hazaña.
Disfrutémosla.
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