Con sede en Monterrey, México, el nuestro es el Club independiente de excursionismo en activo más antiguo en el Noreste del País. Sean bienvenidos a conocer algo de nuestra larga historia. Por Eduardo Verduzco El Club Explorador Cóndor fue fundado el 10 de Mayo de 1940 a iniciativa de Rogelio Rodríguez. Él empezó a reunir el grupo, e hizo el primer reglamento de excursiones. La fundación tuvo lugar en la casa paterna de la familia Rodríguez, en la calle Yucatán, entre 5 de Febrero y 2 de Abril, en la Colonia Independencia. Se estableció una disciplina de corte paramilitar, y se instituyó el cargo de "Capitán", quien tiene la total autoridad y responsabilidad de la seguridad del grupo durante una excursión. Corrían los tiempos de la Segunda Guerra europea, que pronto se convertiría en mundial, y Rogelio tenía la noción de que en alguna forma el nuevo club tendría ocasión de prestar servicios útiles a la Patria. Las ideas que Rogelio, que conta...
Exc. N° 804 - 1a Fuerza AA - 10 y 11 de Diciembre de 1960
Aunque la salida a esta Excursión se programó para las 16 hrs. del sábado, debido a la llegada de los dirigentes de la Federación Mexicana de Excursionismo, quienes pidieron una entrevista con el que habla en mi carácter de presidente de la Asociación local de excursionismo, la salida. fué hasta pasadas las 23 hrs., pues on vista de que dichas señores daban una conferencia y películas que difícilmente tendríamos ocasión de admirar, decidimos todos los asistentes de acuerdo, quedarnos hasta esa hora.
En el auto de Clelia, que materialmente no podía con más gente, nos transladamos al "Ranchero", no sin antes tomar café en Santa Catarina, total que para cuando empezamos a caminar, con Coloy quien decidió acompañarnos, ya era después de la una de la madrugada.
Clelia se devolvió sola, pero bien protegida con la pistola de Chuy Guerra, la que según dijeron, se les dice dice a los bandidos - "espérese, ya le voy a poner el cartucho". Nosotros empezamos a caminar en una noche que al principio parecía que sería pésima, pues la neblina envolvía seres y cosas, pero al poco rato la neblina quedó abajo y la noche fué clara y luminosa a la luz de la luna en menguante, y magnífica para caminar, dando a la Serranía un aspecto irreal y majestuoso, que después de lo que en la película acabábamos de ver, parecia que escalábamos la Cordillera Real de Bolivia.
Por fin, en medio de las indispensables bromas y puntadas de la raza, llegamos al "Manzano", donde debido a que no nos queríamos "desvelar" (?) (eran cerca de las tres de la mañana), acampamos y cenamos tacos con café que con el frío que se sentía nos sabia a Gloria.- ¿Qué tan feo así será la Gloria?
Ricardo y Eduardo se metieron los dos en un sleeping y decían que no tenían frío; Rafael y yo nos tendimos a temblar el resto de la noche, y solo Coloy, Guerra y Mario eran los más felices, pues sus carcajadas se oyeron toda la noche.
Cuando ya empezábamos a dormir, llegó Guerra con la nueva de que ya eran las 6 1/2 él y Coloy hacían su gimnasia matinal corriendo alrededor de la pila con grave riesgo de hacer compañía a los ratones y murciélagos que ahogados yacían en el agua. Rápidamente, es decir a las 8:20 hrs. terminamos de tomar un desayuno de potentados: chocolate con sandwiches de jamón, y para terminar, nuestros "Gansitos” Marinela. No hay duda, adelantamos.
Levantamos el campo enfilamos rumbo al "Puerto de los Oyameles", que perdido en la distancia más invitaba a quedarnos allí en el "Manzano", pero dos horas después llegamos y sin detenernos, ya que íbamos en buena condición, empezamos la subida a la "Mina de los Angeles", por esa vereda que conforme encumbra deja ver los más bonitos panoramas, y a las 11 estuvimos en las minas.
Nuestra condición seguía igual y sin detenernos empezamos a subir a los "Altares", pero Mario tuvo la mala suerte de lastimarse una rodilla, y entonces ya no pudimos seguir al mismo ritmo anterior, y en los "Altares" estuvimos como una hora, mientras Verduzco tomaba fotos de todos los ángulos de aquel imponente escenario; con la esperanza de que Mario se repusiera, dejamos los "Altares" y subimos por entre la arboleda última y llegamos a la primera cumbre, y luego a donde está la Placa que marca un vértice geodésico.
Soplaba un frío atroz, pero el cansancio era tanto que nos dejamos caer y allí estuvimos un rato hasta que empezamos a helarnos demasiado y nos pusimos en acción para comer, pues si el frío era mucho, el hambre no era menos y no quisimos caminar más a lugar más abrigado.
Comimos con un apetito que no le conocía a la raza, con lo que está dicho todo; no quedaron ni migajas, y el ofrecimiento de un pedacito de pan o algo se tomaba como un rasgo de amistad increíble, es decir, nadie dió nada a nadie.
Después se le impuso a Verduzco su Escudo, que se ha ganado a pulso, es decir demostrando amistad, interés por el Club y perseverancia en las excursiones, siendo un camarada a carta cabal, y la pequeña ceremonia en aquel escenario y en aquel ambiente adquirió solemnidad inusitada.
Felicitamos a Eduardo por su entrada a la hermandad, y casi ateridos empezamos a bajar a los árboles, pusimos nuestros nombres en el Libro de Cumbres, y enfilamos rumbo a donde creímos estaría el camino, que al poco rato de caminar encontramos, y que bajando rápidamente conduce al Cañón de las Cortinas, que en la lejanía se perfilaba haciendo a uno dudar de si llegará en el tiempo previsto.
Esta infame bajada la hicimos más despacio debido a la rodilla mala de Mario que cada vez estaba peor, pero que sin quejarse hacía lo que podía; y Guerra, en su carácter de Capitán nos dijo que nos adelantáramos para que Clelia no se desesperara en Casa Blanca, pues era muy tarde y no había ni la más remota esperanza de llegar a la hora que habíamos dicho, o sean las 18 horas; bajamos el cañón y tomamos por éste ya rumbo al "Paso de los Caballeros, que se adivinaba detrás de aquel laberinto de montañas; ya casi oscureciendo llegamos a ese fantástico lugar que entre más se mira más se reconoce la audacia de su labrado en plena roca suspendido en el abismo, llegamos abajo y rápidamente fuimos dejando atrás el inacabable cañón, y por fin ya oscuro y con un frío glacial que ni la caminata lograba aminorar llegamos a Casa Blanca, donde Clelia , nuestra incomparable compañera nos esperaba sin la más remota idea de irse sin el grupo.
Tomamos café. Éramos Ricardo, Rafael y yo; y con la impaciencia del caso esperamos a los muchachos que faltaban, pero como ya era demasiado su tardanza, Rafael y yo salimos de nuevo al frío esperando verlos a cada rato, llegamos otra vez hasta el Cañón y entramos por aquel pedregoso camino, que con el cansancio acumulado ya era para pensarse, pero de nada nos acordábamos pensando que tal vez Guerra y el grupo se habían perdido o tal vez accidentado, ya que era mucha la espera, y para colmo de males empezó a llover que con el frío reinante no auguraba nada bueno, y de repente, sin más ni más, empecé a gritar a Chuy y como si Dios (sin duda así fué) oyera nuestros ruegos, Chuy contestó a pocos pasos de donde nosotros caminábamos.
La zozobra se transformó en alegría, y poco después (solo Dios sabe lo que Mario sufrió) llegamos al café, donde pasamos un rato y luego a Monterrey, donde Clelia, Dios se lo pague, todavía nos llevó a nuestras casas.
ASISTENTES
Rafael García Montalvo. Abanderado.
Mario Muñoz. Retaguardia.
José Nicolás Villanueva.
Eduardo Verduzo.
Ricardo Orta Villagomez.
Jesús Guerra García. Capitán.
Jesús José Montenegro R. Sub-Capitán y Guía
Monterrey, N. L. Diciembre de 1960
"UNIDOS y ADELANTE"
(NOTA: Redactó esta reseña Jesús Montenegro Rodríguez)
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