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El Cóndor ayer

Con sede en Monterrey, México, el nuestro es el Club independiente de excursionismo en activo más antiguo en el Noreste del País. Sean bienvenidos a conocer algo de nuestra larga historia. Por Eduardo Verduzco El Club Explorador Cóndor fue fundado el 10 de Mayo de 1940 a iniciativa de Rogelio Rodríguez. Él empezó a reunir el grupo, e hizo el primer reglamento de excursiones. La fundación tuvo lugar en la casa paterna de la familia Rodríguez, en la calle Yucatán, entre 5 de Febrero y 2 de Abril, en la Colonia Independencia. Se estableció una disciplina de corte paramilitar, y se instituyó el cargo de "Capitán", quien tiene la total autoridad y responsabilidad de la seguridad del grupo durante una excursión. Corrían los tiempos de la Segunda Guerra europea, que pronto se convertiría en mundial, y Rogelio tenía la noción de que en alguna forma el nuevo club tendría ocasión de prestar servicios útiles a la Patria. Las ideas que Rogelio, que conta...

Pico de Orizaba 1962


Exc. Primera Fuerza AAA - 26 de Diciembre de 1962 al 2 de Enero de 1963

A las 7.30 de la noche del día 25 de Dic. salimos en un camión "Flecha Roja" para le ciudad de México por la carretera Central, en Saltillo cenamos y el autobús no hizo parada de nuevo hasta San Luis Potosí y de allí hasta México, a donde llegamos a las 8 de la mañana del 26.

Nos fuimos a nuestro cuartel general, el Hotel coliseo, y luego de un baño y almorzar nos organizamos, yendo Eduardo, Arturo y Javier a buscar los equipos ya conseguidos con Octavio Alvarez, con quien deberían verse a las 2 de la tarde, y Toño, Jorge y yo nos fuimos a buscar a Saúl Ramírez Galicia que sería nuestro guía y que no sabíamos siquiera si había recibido nuestras cartas o telegramas, pues no teníamos la menor noticia de su parte.

Llegamos a su casa y allí estaba Saúl, que ya nos esperaba y con esa espontaneidad tan suya de hacerle ver a uno el gusto que siente cuando los visitamos nos dio la bienvenida y nos anunció que iba al Pico con nosotros. Allí permanecimos un gran rato hasta que regresó su esposa y Saúl se fue con nosotros al hotel y preparar todo para salir a la mañana rumbo al Estado de Veracruz. Al llegar los equipos ya estaban allí, no así los muchachos, a quienes el Sr. Alvarez invitó a comer y se daban un atracón gratis.

Dimos una vuelta, compramos los boletos para el día siguiente en el tren de Veracruz, y temprano nos acostamos pues había que levantarse temprano, como así lo hicimos y en taxis nos fuimos a la Estación Central donde ya nos esperaba Saúl.

Abordamos el tren en medio de enorme movimiento de gente y yo separé lugares para todos avorazándome sin misericordia sin importar quién se quedó de pie ya que el trayecto que nos esperaba era bastante largo hasta Esperanza, pasando por los Estados de México, Tlaxcala, Puebla, etc. en aquel infame tren que se paraba cada 10 minutos, pero como no hay mal que dure 100 años, a las 2 de la tarde llegamos a Esperanza, abandonamos la diligencia aquella y nos fuimos a donde se paran los camiones que van a San Antonio Zizintla. Mientras llegaba compramos la provisión Toño y yo y comimos unas gordas con frijoles que compró Eduardo, que con su soberbia cámara “Konika” en ristra parecía un verdadero turista y apenas hablaba.

Por fin llegó el camión, que en lo viejo y destartalado se lleva a los que aquí usamos, y atestado a más no poder salió a su destino y en una hora nos dejó en aquel pintoresco pueblo que conoció mejores días, ya que enormes casas coloniales están en ruinas y otras desocupadas.

Toño rápidamente hizo trato con un camionero para que nos llevara a Tezmalaquilla y en poco tiempo nos vimos ya en las estribaciones de la inmensa montaña, que desde por la mañana era blanco de nuestras miradas y que estaba absolutamente desnuda de nieve por la ruta que íbamos a seguir y el corazón se nos achicaba nomás de pensar por dónde iríamos a subir, de eso no había la menor duda, pero realmente su aspecto era aterrador.

Nos bajamos del camión, que quedó comprometido a regresar el domingo por la noche por nosotros, y cargando aquellas mochilas que nunca estuvieron tan pesadas, empezamos a subir por las faldas de la Sierra Negra, montaña aledaña al Pico, y tomando fotos y admirando todo aquello, nos oscureció antes de llegar a la “Cueva del Muerto”, donde pensábamos dormir y como Saúl desconociera el camino y yo no me acordé tampoco, fácilmente nos convencimos de quedarnos a dormir allí mismo ya que se prestaba por lo abrigado que estaba del fuerte frío que se sentía, y en contados minutos ardía una alegre fogata pero más alegres estábamos nosotros al ver a Toño calentar una suculenta sopa de arroz, tortas de carne con huevo y frijoles, todo ello de la provisión de Saúl y claro que no salimos defraudados, todo estaba exquisito y el más entusiasmado era Arturo, que preguntaba incesantemente “¿ya nadie quiere de esto?” parara darle fin.

Como el frío arreciaba rápidamente cada quien escogió y arregló su lugar para dormir y todos nos metimos en las bolsas de dormir, no muy convencidos de poder hacerlo, y al parecer todos durmieron menos yo, que me pasé la noche buscando leña para atizar el fuego y como el alba de un primoroso día me sorprendió despierto, les hablé a los camarógrafos para que trataran de plasmar aquel amanecer de ensueño, con el horizonte incendiado de rojo, dorado, amarillo, etc. de un cambiante incesante y Javier, que fue el único que se levantó se dio gusto con su cine y su cámara estereo, sirviendo Jorge y yo de “artistas”.

Al despertar todos, hicimos mochilas y una vez reconocida la ruta caminamos cañada arriba, rumbo a la “Cueva del Muerto” donde íbamos a pasar un día. Yo me sentía completamente agotado y la mochila me pesaba una tonelada, y a duras penas llegué a la Cueva y en pleno cañón y en el zacatito, nos dejamos caer y yo me dormí de inmediato, después supe que todos habían ido cañón arriba a reconocer el camino mientras yo dormía.

Al regreso del reconocimiento, desperté ya completamente repuesto y nos pusimos a preparar la comida, consistente en bistecs que asamos, queso, mermelada, etc. y comimos felices y contentos, pasando el resto de la tarde como lo habíamos soñado todo el año, desde que se hacían apenas planes para la excursión. Ya más tarde subimos a la cueva las mochilas, juntamos leña para toda la noche, y a las 6 ya Eduardo y Javier estaban metidos en sus sleepings y nosotros pasamos un rato más platicando al calor de la fogata.

Fue una noche feliz la que pasamos, poco frío, y a las 4 de la madrugada desperté a Saúl y a todos y empezamos a prepararnos para la “hora Cero”, pues el gran día había llegado.

A las 5 de la mañana ya listos y encomendándonos a Dios, empezamos a caminar rumbo al “Cargadero”, refugio que está más arriba, y a donde llegamos a las 7 y allí Saúl trazó la ruta que seguiríamos en la ascensión que era por una arista de piedras a la izquierda de la montaña.

Atacamos la subida sin pérdida de tiempo, dejando los equipos escondidos pues nos convencimos de su inutilidad, Eduardo nos dio unas pastillas contra el mal de montaña y allá vamos cerro arriba por el gran pedregal. Eduardo se sintió mal y Toño se retrasó atendiéndolo, al poco rato nos alcanzó completamente repuesto, y entonces fueron Toño y Saúl los que se quedaron atrás y acicateados por otros dos grupos que subían por la misma ruta, fuimos encumbrando por la izquierda de la arista y al subir de nuevo a su lomo, vimos que Toño y Saúl estaban lejos y al parecer ya no subían, yo que seguía la ruta indicada por Saúl me daba cuenta de que las horas pasaban y estábamos enormemente lejos de la meta, que parecía que se alejaba en vez de acercarse, eran ya las 11 y ni siquiera a un gran manchón de nieve que estaba muy abajo, habíamos llegado.

Yo descansaba constantemente, pues el cansancio propio de aquellas alturas había hecho presa en mí, y me asomaba para abajo para ver si los demás me seguían, y con alegría veía que Javier, Arturo, Jorge y Eduardo subían incesantemente,

Vano empeño sería relatar las penalidades que sufrimos pero para las 2 de la tarde, hora que Saúl fijaba para la llegada, ya estábamos cerca del “Arrepentimiento” y llegábamos a la parte más difícil por lo empinado y suelto de las rocas que eran constante peligro.

Los que nos precedían ya casi llegaban y eso nos daba ánimo, unos Norteamericanos ya bajaban y estando tan arriba no queríamos ser menos, íbamos en ese estado de ánimo en que nada le importa a uno y sólo tiene una obsesión, “llegar” para que se acabe el constante sufrir, pero la voluntad de llegar es mayor.

Para colmo de males al llegar al “Arrepentimiento” donde se sube por la derecha, no se podía, estaba absolutamente empinada por la falta de nieve y había que subir por la izquierda, escalando un poco, cosa que fue un último esfuerzo ya casi imposible. Pero como dije antes ya nada importaba.

Faltando 10 minutos para las 15 horas llegué a la cumbre, me santigüé ante la Cruz que allí está con un nudo en la garganta y las lágrimas asomando incontenibles y di gracias a dios por aquel privilegio que me concedía de estar más cerca de Él.

Al ver si algún trofeo estaba allí, ví un frasco con algo azul dentro y lo recogí viendo con alegría que eran los trofeos de la Expedición guatemalteca que recientemente visitó la cumbre máxima de México.

Volteé al lugar por donde se llegaba y vi a Javier que llegaba, llegó Arturo y luego Jorge y Eduardo y en el colmo de la emoción nos abrazamos y felicitamos. Sólo sentía que Toño, cerebro de la expedición, no estuviera allí. Algún día, seguramente, lo estará.

Oímos gritos por la derecha y alguien pedía un cable, Arturo me pidió una piola que llevaba y resultó ser el Padre Arias, de la Iglesia de la Compañía, de Puebla, que también emocionado pisaba la cumbre, donde se arrodilló y rezó, saludándonos luego.

Eduardo suplicó al Padre Arias que nos impartiera su bendición y arrodillados tuvimos ese privilegio, extensivo a nuestros seres queridos.

Vano empeño es tratar de dar idea de lo que para nosotros significaba todo aquello, pero estábamos en el colmo de la dicha y olvidado estaba el sufrimiento y las penalidades pasadas y éramos los seres más felices del Universo. Después tuve el privilegio de imponer a Javier su Escudo y su pañoleta que lo acredita como miembro del Club “Cóndor” y a Jorge su escudo. Nuevos abrazos, fotos y Eduardo temblando de frío, pues le había dado su chaqueta a Arturo. Le di algo de abrigo de lo que yo traía y entonces pensamos en el regreso. Claro que no pensábamos bajar por el roquerío y atacamos la gran rampa sumamente inclinada que bajamos a grandes zancadas y solamente el gran roquerío de la parte baja aminoró nuestra rápida bajada.

Como a las 6 llegamos a donde Toño y Saúl nos esperaban, nos abrazaron para felicitarnos, ya que el triunfo era de todos y ya oscuro llegamos a la cueva donde rápidamente recogimos las mochilas y bien cansados pero con ánimo, nos fuimos Toño y yo por delante para detener al camionero que quedó de venir por nosotros y que como era tarde se podía ir sin esperarnos.

Al llegar al lugar donde dormimos la noche anterior, se quedó Toño para que la raza no se pasara cañón abajo y yo seguí solo a tratar de detener el camión y con el alma arrastrando llegué hasta Tesmalaquilla y el camión no estaba. No había ido.

Todo desconcertado y sin saber qué hacer, ni siquiera estaba seguro de estar en Tesmalaquilla, me fui a investigar, casi me metía a las casas y ni el menor ruido, pero di con la nueva escuela, que vimos a la pasada y me fui a un porche cercano a la carretera para que no se me fueran a pasar sin verlos y después de un lapso que me pareció una eternidad, oí gritos se la raza y al rato ya todos juntos, y echando pestes al embustero camionero cenamos queso con pan un trago de café que Toño, bendito sea, traía en su cantimplora. Y como el mal tiempo se había desencadenado nos metimos a dormir a la escuela en construcción que estaba abierta y pasamos una buena noche.

Por la mañana nos levantamos Toño y yo y salimos, viendo que todo estaba escarchado y el agua congelada y comentábamos eso cuando un señor que nunca supimos cómo se llama, nos invitaba a su casa a tomar un café. Claro que le tomamos la palabra y fuimos a su casa donde nos agasajó con una taza de rico café y Toño preguntó si nos podían hacer de almorzar y al poco rato en una gran mesa saboreábamos unos ricos frijoles, con salsa “para hombres”, café, bastantes tortillas, papas, etc. en fin que aquellas personas se desvivían por tratarnos bien.

Agradecidos les dimos las gracias, Toño pagó el gasto que era una bicoca, y nos fuimos a preparar mochilas, pues ya había trato con otro camionero que nos iba a llevar a San Antonio y como se pasó más de una hora y no llegó empezamos a caminar y a poco trecho regresaba el camión a Tesmalaquilla y nos dijo: “Aquí espérenme, nomás tiro la carga y regreso”. Se lo creímos y allí estamos, helándonos en la fría mañana y pasó otra hora y no llegó y de nuevo caminamos, total que llegamos a pie hasta San Antonio. Todavía deben estar chillando las orejas de ambos camioneros.

Claro que a San Antonio llegamos después de las 12 y casi era imposible llegar a Esperanza a las 13 horas en que pasa el tren, pero por suerte otro camionero, y dale con los camioneros, nos llevó en menos de media hora a la estación, cuando el tren ya estaba listo para partir y esa noche a las 21 horas llegamos a México, donde en el taxi nos llevó al hotel olvidé el costoso piolet que nos prestó la Federación. Esa noche hubo celebración en el hotel, con brindis por el éxito.

Al día siguiente fuimos a la Villa a dar gracias a la Virgen y por la noche cenamos primero en casa de Mariano Ahedo y luego en casa de Saúl Ramírez, llegando al hotel a las 6 de la mañana. Pero lo increíble fue que al estar desayunando esa mañana el chofer del taxi donde dejé el piolet se presentó a devolverlo. No todo está perdido y aún hay buenas gentes.

Lo demás ya fue simplemente el regreso a Monterrey y así con la ayuda y el estímulo de todos conseguimos un nuevo triunfo para nuestro Club.

Cabe mencionar la inestimable ayuda en todos los aspectos de Saúl Ramírez Galicia, nuestro gran amigo, sin cuyo concurso todo hubiera sido más difícil. Nuestro agradecimiento a Saúl y a su Sra. Esposa, que nos colmaron de atenciones. Estamos en deuda con ellos. Muchas gracias.


ASISTENTES
Antonio Castillo Ortiz, Capitán
Jorge Verduzco Martínez, Abanderado
Javier Aldape Zepeda
Arturo Salazar García
Eduardo Verduzco Martínez
Jesús J. Montenegro Rodríguez
Saúl Ramírez Galicia

UNIDOS Y ADELANTE


Monterrey, N. L., enero de 1963
Redactó: Jesús J. Montenegro Rodríguez.

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